Sobre «Abro el miedo», de Teresa Orbegoso. Hanan Harawi Editores, 2019


«Mi cuerpo —con aves como bisturíes en la frente— entra en mi alma.»
Héctor Viel Temperley, Hospital Británico.

Cuando la intensidad aparece, golpea. Siguiendo a Deleuze, la intensidad no remite a significados ni a significantes, sino a un nombre propio: «Yo, Teresa Orbegoso, existo». Un nombre propio es un cuerpo pleno. Un cuerpo pleno es aquél que se compone en relación con otras intensidades. He sido golpeado, arrastrado, operado, herido, suturado, cicatrizado por «Abro el miedo». He comenzado a escribir estas páginas y las he borrado mil veces. He leído y releído el libro. He acudido a mí mismo y he encontrado a otro. Y, si bien suena pedante decir que he encontrado una afinidad estilística y conceptual en el libro, la he encontrado. Pero también he hallado algo más, algo que siempre se me escapa a la hora de escribir, algo que en la situación que describe Teresa Orbegoso, jamás hubiera podido captar. Se trata de esa intensidad en estado puro, bella y terrible, singular, colectiva, ética, política. Una fuerza capaz de transformarlo todo, a costa de jugarse la vida entera. Como dice Teresa: «Tener corazón para la paz. Tener corazón para la peste.»

«Abro el miedo» es un libro de poesía cuyo tema es el cáncer y cuya verdad es la inmanencia. En cada instancia de diálogo (en cada interpelación), fragmento o estribillo (a veces, a modo de balada; otras, de canción o mantra), hay una naturaleza que produce y otra que produce al mismo tiempo que es producida. Es lo que Raquel Jaduszliwer ve con claridad en su prólogo, cuando dice que se trata de «componer (a la manera planteada por Spinoza)». «Abro el miedo» crea, compone, construye un plano de inmanencia para que haya deseo; es decir, para que, al mismo tiempo que este plano de inmanencia es creado, el deseo se agencie o se maquine. Por eso mismo, «Abro el miedo» es, más que un libro, una potencia de infinito. Poesía, en lugar de un libro de poesía.

Contrariamente a la literatura autorreferencial o cotidiana, la escritura de Teresa Orbegoso tiene varios rasgos que la hacen diferente. No sólo porque, a mi entender, sea una de las poetas contemporáneas más brillantes que haya leído; sino porque en su escritura hay una apuesta revolucionaria de una fuerza inmensa, capaz de reponerse a cualquier guerra, a cualquier tragedia: «Mi cáncer dice:/El capitalismo se rompe como el pan y en un día cualquiera,/todos los miedos de la tierra se tocan.»

«Abro el miedo» es una conversación que se ramifica en múltiples direcciones, cuyo comienzo genealógico es «habla con tu cáncer» y su tensión político-afectiva es el diálogo-devenir con la poeta Inger Christensen, en donde veo, también, el dibujo de unas coordenadas intensivas riquísimas. Esta conversación múltiple o murmullo incesante,
estos devenires que atraviesan el libro están unas veces diferenciados; otras, transformados en otros, a través de conexiones entre fragmentos que conversan a modo de ríos que atraviesan y transforman el cauce principal, que no es más que la repetición que le da ser a todos los anteriores. Además, existe una división en cuatro partes que, a pesar de llevar nombres de cirugía, herida, sutura y cicatriz, no son estadíos ni modos remanidos de la depuración. En “Cirugía”: «Mi cáncer dice: /Busca entre la canasta de los huevos de la gallina y escucha/ este mensaje: levántate de esa cama, esa /jaula de tela. Mira /a los ojos a tu esposo, el que sigue contigo y deja que todas / las cosas buenas que están dentro de ti pasen a sus ojos. / Dile al oído: yo soy tu familia. Deja de tener / miedo pena / angustia. Cree: hay suficiente. Ten por primera vez en tu /vida: paz. Escucha lo que existe.» En «Herida»: «Mi cáncer dice:/Yo soy el que protege una cosa por debajo de otras para ti./Sé que estás cansada y sabes ya que sólo hay preguntas./No tengas miedo y di: sí. Y cambia cromo, culpa y pena/reina de la morería. Sonríe, /sonríe. Escucha lo que existe.» Es cierto que hay un momento en el que puede verse una superación, esa superación es una afirmación. Como cuando Nieztsche habla del camello, el león y el niño, cirugía, herida, sutura y cicatriz son la afirmación cabal de la inmanencia: «Mi cáncer dice: / Tu lucha está dentro de la poesía como un pequeño huevo./ En ella no hay odio.»

«Abro el miedo» crea, compone un cuerpo glorioso, que es el cuerpo de Teresa, el de los hombres, mujeres, niños, niñas y animales que viven con cáncer, el de los pueblos originarios, el de las mujeres, el de América: «América también existe / América existe / Inger, no nos niegues / América existe / el aymara existe; y la flor de papa, la flor de
papa / y el quechua existen; y Resígaro, Resígaro / las alpacas existen; Resígaro, aire; / y quinuales existen; las alpacas existen; / lpacas, abarema, aiphanes, arterias / los ronsocos existen; los mayas, las llicllas / los orejones existen; los ronsocos, los ronsocos / yana wayra, la momia Juanita y los intis; los intis / existen; los intis la chicha de jora; y los mitos / existen; los mitos, los intis, la chicha de jora / anata existe; la furia y la fiesta / existen; y el Señor de Muruhuay; Rosa de Lima, / los huérfanos y la vizcacha existen; los suyos / existen, la fragilidad; la fuerza de la fragilidad; / y la oscuridad plena existe, el sauce y el sauco / existen, y brunellia, la mezcla, la indiferencia / existen; y el cebú y el pejesapo existen, / y el petróleo de Venezuela existe, y las causas, las causas / el ukuku existe, con su hielo amarrado a la espalda / existe, con su danza protectora / y su devoción para el Señor de Q’oyllur Riti existe; alegre / existe; en Paucartambo y Quispicanchi y en la montaña / nevada; / también los perros existen; y el gallinazo carroñero, el / cóndor andino / el buitre; las bromelias y la soledad del oso melero; / los khipu kamayuq existen y lianas existen; / las verdades existen, las intensas, las católicas, / las éticas; el acelerador de partículas Ciclotrón existe y la / cucaracha blanca; / y las flores carnívoras existen y el gracioso caminar sobre / los ríos del Amazonas del lagarto Jesucristo donde / los pajareros existen, los pajareros existen / en selvas donde la gente esculpe sirenas sobre la madera / que no conoce la nieve con la que juegan los niños de /Alaska.» Un cuerpo glorioso no es en absoluto algo enorme, se compone de devenires minoritarios, la inmanencia, la vida misma, aquello que la poeta dice «existe», las intensidades son imperceptibles: «América existe / Inger, no nos niegues». Las palabras de Teresa Orbegoso no cosifican, intensifican, contagian, ramifican, multiplican los flujos de deseo en un plano de inmanencia que van creando al mismo tiempo que se crean.

No se trata, en absoluto de un espontaneísmo. Se trata de un constructivismo deseante, desafiante, afirmativo, revolucionario.

Literaria, vital, política y poéticamente, «Abro el miedo» es uno de los acontecimientos que me han transformado. Este artículo es solo un pobre intento de hacer circular esas intensidades y contagiar sus devenires.

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial
Instagram