Este poemario de Ala Strange me recuerda, tanto por su calidad como por su contenido, a aquéllos álbumes de rarezas de David Bowie de la época de Aladin Sane. Pero, también, trae consigo las enseñanzas del Tao y los primeros versos de poesía oriental que llegaron a mis manos. Y, ciertamente, veo en sus poemas una señal, algo que indica la relación entre ambas cosas; como si el porvenir del artista estuviera teñido de un devenir zen, sobrio, simple, a la vez que exultante. Rarities me propone eliminar todos los grandes fatuos: el amor en su forma mercantilista, el deseo malversado por el capitalismo, la imagen convertida en icono, las palabras en cosas, para acceder a la iluminación a través del tarareo del estribillo de una canción o del sonido de la caída de un guijarro.