Mi cuerpo es una herida, el mapa de una fuga. Mi cuerpo es esta memoria que abandona y retiene algo que le es propio, pero que no comprende. Mi cuerpo es un lazo con un infinito que eres, con eones de distancia, con repeticiones que nos hacen otros. Mi cuerpo, tu cuerpo, son el vacío del presente, una involución a lo primigenio, una sílaba muda en los labios de la noche, una melodía que la musa canta a la vez que calla. Mi cuerpo es esta eterna despedida de tu cuerpo que emprende, siempre, un viaje que te retoma huyendo.

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Escribir sobre el vacío para desandar lo escrito (hacia el vacío).

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Partir de mí, de ti. Desterrarse. Morir de alguna manera; morir de todas las formas posibles e imposibles. Volver a nacer infinitamente. Hacer que las palabras pasen, libres, ajenas a sí mismas, por todas las grietas del lenguaje. Liberar a las cosas de las generalidades del espíritu. Aprehender todo en su singularidad, en su inmediatez. Soñar las imágenes fuera de toda representación, captarlas en su plasticidad (las imágenes no hablan, las imágenes no dicen). Cerrar los ojos, quizás, o mantenerlos abiertos, para agujerear el interior hacia afuera; del vacío interior al interior del vacío. Ser un abismo en el abismo. Devolver toda la sensualidad al olfato, al tacto al gusto. Oír voces que no dicen nada, que cantan de un modo animal o inhumano. Esperar la noche en medio de la noche, vivirla en plena presencia del día. Desconfiar de cualquier plenitud que no tenga como base lo incompleto. Volver hacia ti, volver hacia mí, como alguien que está, pero se ha ido.

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Los espacios vacíos en el dibujo de una danza. Los insterticios necesarios en cualquier escritura. El recuerdo siempre inexacto de un sueño. Los silencios en una melodía. Las pausas inexpresivas en el habla. Una huella en algún sitio. Una huella perdida, sin otras huellas que la acompañen; sin continuidad dentro o fuera del camino, sin qué ni quién. Una sola huella. Un agujero. Un signo desnudo.