Fanzine elaborado en consonancia con apreciaciones acerca de «Política Afectiva», de Annabel Teles. Recoje las ponencias y palabras pronunciadas respecto del libro.

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La palabra Nos-otros en Política afectiva

Si El Otro me pone en tela de juicio hasta despojarme de mí, es porque él mismo es el
despojamiento absoluto, la suplicación que repudia el yo en mí hasta el suplicio

Maurice Blanchot, La Escritura del Desastre
Quise comenzar con esta frase para subrayar algo que, por insistente, me parece importantísimo: el uso de la primera persona del plural. O, hablando grandilocuentemente, cómo y por qué hablar de “nosotros” es el quid o la razón del libro en general y de la tercera parte en particular (aunque en esta última no se halle en todos sus escritos). Por supuesto que los tópicos principales del libro tienen que ver con las relaciones de composición y la creación de un cuerpo glorioso spinocista (o así he podido interpretarlo), incluso, y estando muy cercano a Nietzsche y a Deleuze, hallo en él relaciones riquísimas con el Tratado político y el Tratado teológico-político de Spinoza. Pero la palabra Nosotros, tan vilipendiada, me parece que viene a unir todo esto.
Imagino en estos momentos, sabiendo que me tocará cerrar la ronda, que ya todos habrán hablado de este tema. Pero no viene de más aportar otra mirada ni, mucho menos, reforzar la necesidad de hacerlo en esta época. Claro está, siempre y cuando este nosotros sea también un nos-otros. De este modo (y hay muchísimos otros también) me parece que Política afectiva se torna inexorablemente actual (abuso de Blanchot: Nada de presente, solo lo actual).
Antes de ir la primera nota que he seleccionado del libro de Annabel quisiera decir lo siguiente, aunque suene trágico: se diga lo que se diga, y mientras haya lenguaje, siempre habrá un afuera y un nos-otros. Todo lo demás es indemostrable. Molesto hasta la náusea. Fascista. Terrible. Pero indemostrable.
Por más positivista que suene, aquel que pretende hacer valer su ser sobre el resto, el déspota-microfascista actual, el neoliberal, necesita del resto. No puede demostrar su autonomía. Es más, debe valerse del lenguaje y de las mismas relaciones que desprecia para sobrevivir. Está conectado, necesita del trabajo de los otros y está hecho del mismo lenguaje y quizás el afuera mismo lo carcome como un agujero negro. Incluso quien detenta el discurso del amo
está atravesado por el lenguaje mismo, por su propio afuera, por el afuera que llevamos dentro, como decía Derrida. Ya vamos a la nota, antes me gustaría volver a la frase de Blanchot: Si El Otro me pone en tela de juicio hasta despojarme de mí, es porque él mismo es el despojamiento absoluto, la suplicación que repudia el yo en mí hasta el suplicio. La frase va en ambos sentidos. Esto es lo maravilloso y lo trágico: no hay escape. Es lo que somos.
En el comienzo de la tercera parte están las siguientes palabras: Vivimos dentro de un mal film, el horror nos paraliza y no nos damos cuenta de que hemos creado nuestra propia película. Un universo imaginario constituye nuestras verdades, nuestra realidad. Pero, el problema no es que sea imaginario; sino que sea un universo devastador, que nos limita, nos cercena.

El problema -dice la frase- no es que (este mal film) sea imaginario; sino que sea un universo devastador, que nos limita, nos cercena. Es aquí donde comienza a jugarse lo anteriormente mencionado. Aquí se juegan las fuerzas
que buscan soslayar lo colectivo y la apuesta de lo plural que comienza en la palabra “nosotros”. Sin duda, desde el comienzo se habrá de pensar que si hay un nosotros debe haber, forzosamente, un “ellos”. Pero ya llegaremos ahí. Por
el momento quedémonos en esta palabra: nos-otros.

La tercera parte del libro comienza con un diagnóstico, pero a lo largo de los capítulos, la correspondencia, las rondas, las riquísimas experiencias del MTD La Matanza, etc., son más bien el ejercicio de una apuesta. Por el momento,
estamos en la primera de esta tercera parte. En ella, hay un nos-otros despojado de lo que puede. Una voluntad de potencia interceptada por unas fuerzas reactivas y, por ende, vuelta contra sí misma. Todos hemos leído acerca del
nihilismo, todos lo experimentamos a diario. Todos nos hemos acercado de un modo u otro a Spinoza. Sabemos cómo nos afectan las pasiones tristes, cómo se forman ideas inadecuadas que nos hacen padecer. A todos nos toca de cerca vivir este momento extraño de suspensión de la realidad tal como la conocíamos y de proliferación de reactividad y microfascismos. También el avance y repliegue de las derechas y sus reconfiguraciones. Su primavera pandémica. Esta tercera parte, escrita mucho antes y a riesgo de cometer una ucronía, tiene, en su comienzo, bastante de lo que puede extraerse de lo actual de este acontecimiento, que no es reciente, pero que dura y se deja ver de modo descarnado.
Ello está claro en la siguiente frase:
El sistema de creencia y el orden actual del mundo necesita seres individuados, soledades para cumplir con sus fines de organización y de dominio. Provoca el olvido de nuestro vínculo con el mundo, con nosotros mismos y con los demás; el olvido de la trama afectiva, del devenir y los acontecimientos.
A esta altura, en estos días, ya nos resulta clarísimo encontrar ejemplos cercanos a montones: fascismo, xenofobia, antivacunas, individualismo, procapitalismo, etc. Ejemplos que, lamentablemente, ya no solo son parte de las élites,
sino que han hecho carne en las clases trabajadoras y entre las clases más bajas.
Allí donde la solidaridad siempre ha sido el nudo principal de la resistencia. Y en donde han penetrado los mass media, las redes sociales, las psicologías del yo y las falacias del éxito, regando el odio para dividir y reinar. Es aquí donde
el nos-otros está sojuzgado, interrumpido, puesto en suspenso.
Sé que ya con esto es probable que me esté comenzando a exceder con el tiempo de exposición. Me gustaría dejar aquí el diagnóstico, sabiendo que quedará incompleto. Para andar un poco en la propuesta. Se vuelve imperioso recuperar este nos-otros. Un nos-otros que no se define por oposición, sino como autodeterminación. Afirmación colectiva. Nosotros, los que no tenemos nombre, pero tenemos orgullo. Decía Juan García Oliver en 1937, respecto del grupo que formara años antes con Buenaventura Durruti, fallecido un año antes. Es una posición completamente diferente a aquella que necesita de un Ellos para determinarse en tanto tal. La autodeterminación está regida por dos puntas, los afectos o el amor y la guerra y la resistencia hacia lo que amenaza con desintegrarla. Es en este sentido que interpreto la siguiente nota:
El pensamiento colectivo expresa un deseo político. Requiere, para su desarrollo, la experiencia colectiva, la práctica diaria, la producción de relaciones de amorosidad que no inhiban la conflictividad. Plantea los problemas propios de la
producción autogestiva.
Esto qué significa. He sacado la frase de contexto. La misma hablaba de los talleres de pensamiento. Pero a lo largo de los textos que siguen, podría encajar en todos. Y también creo que nos podría ayudar a pensar lo siguiente. La
palabra nos-otros, en tanto enunciado colectivo, es inseparable de los devenires minoritarios que la pueblan. Los espacios políticos son territorios afectivos ganados al terror o a la dominación. Estos territorios se construyen en base a agenciamientos. Todo agenciamiento es colectivo. Involucra reinos de diferentes naturalezas, es prehumano, como dicen Deleuze y Guattari. He aquí algo de este afuera que nos constituye como nos-otros, y que está presente cuando decía que mientras haya lenguaje, siempre habrá un afuera y un nos-otros. Y algo de esta construcción autogestiva que marca la frase, no solo se da de modo horizontal entre hombres y mujeres, sino, también, en relación a la naturaleza y al mundo que nos rodea. Es de este modo como puede pensarse la autodeterminación de un nos-otros. Tal como señala Clastres cuando diferencia las sociedades sin estado de las sociedades con estado, la autodeterminación de las primeras, de este nos-otros del que hablamos, no está en relación a otra dada, sino a un deseo colectivo y a la fundación de un territorio. Ahora bien, la frase también nos habla de deseo. A lo largo del libro se nos explicita que el deseo del que se nos habla no es el deseo capitalista, sino la cupiditas (que según Spinoza es nuestra esencia) o de lo que interpreto como voluntad de potencia nietzscheana o, mejor aún, del deseo como lo conciben Deleuze y Guattari. Este último, es eminentemente político, colectivo, inmanente, inseparable de este nos-otros. ¿En qué sentido?
En que necesita del mismo plano que crea para poder efectuarse en tanto tal. Es este libro con toda su carga de pensamiento, con todas sus prácticas, pero sobre todo, con esta apelación a un nos-otros, quien va construyendo este plano.
Si volvemos a lo que decía acerca del afuera y del lenguaje. ¿Quién dice que el lenguaje deba decir algo? Está ahí como señuelo, como contagio. Esta apelación a un nos-otros es la doble dirección en la que va la frase de Blanchot, pero ya no se trata del otro, sino del deseo y ya no hay términos o sujetos, sino colectivos o intensidades. Construir una política afectiva es una tarea dificilísima, pero creo que es el imperativo actual, crear relaciones de composición, volver a recuperar la fraternidad, la horizontalidad y la alegría. Retomar la palabra Nosotros, Nosotros. No en vano el mismo grupo de Oliver y Durriti anteriormente se llamaba Los Solidarios.