Reseña de Uirapurú o Devenir Pájaro por CLAUDIO ARCHUBI en BURAK

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Escriben los autores en la nota inicial: la leyenda del Uirapurú se atribuye a los tupí guaraníes. Existen muchas versiones. De todas hemos escogido una. En ella la protagonista es una mujer. Su transformación en pájaro no obedece a un castigo. Es don otorgado por Tupá para mitigar el desamor, transformar su sufrimiento y ayudar a quienes padecen por causas similares (…) El Uirapurú es un ave real, difícil de hallar, a la que los amantes consideran de buen augurio. Su nombre significa “el pájaro que no es un pájaro”. Tiene un canto que lo distingue de las demás aves, que guardan silencio cada vez que se le oye.

Esta particular versión de la leyenda me pareció extraña a la tradición occidental, donde desde la tragedia griega (baste citar los casos de Fedra y Medea) los arquetipos de conducta femenina expresan reacciones violentas frente a la imposibilidad de consumar el amor: es la hybris liberada. Existen raras excepciones a esta imagen, generalmente contenidas en la tradición religiosa del cristianismo como el caso de María, o la biografía de Santa Alfreda de Crowland, la princesa de Mercia del siglo VIII que frente al asesinato de su prometido Etelberto, dedicó su vida entera a la oración (aunque se desconoce si esta “voluntaria” opción fue tomada para evitar a su padre, el rey, que tal vez la hubiera reducido a una pieza más de intercambio político, o simplemente porque el rey quiso quitarse un problema de encima y redujo las opciones de su hija a esta sola).

Lo contrastante es que esta versión del mito del Uirapurú, tomada de un pueblo originario de América, expresa una imagen simbólica de mayor madurez psíquica que las imágenes femeninas de los pueblos “más civilizados de occidente”: una mujer que transforma el sufrimiento frente a la imposibilidad del amor, no en venganza y muerte sino en un canto de belleza y compasión. Y desde los primeros versos del poemario se anuncia que esa transformación no es sólo espiritual, es corporal: un animal/ me viene desde los huesos. La mujer pájaro, la que mira hacia las formas eternas porque tiene los ojos inextinguibles. Aquella cuyo canto abre un claro de silencio en la selva, por donde brota lo incesante. Es la mujer que renaciendo de sus cenizas se pregunta: ¿volverás como el viento/ como la canción que nunca acaba? Aquella que toma el lenguaje de la naturaleza y lo torna universal: el lenguaje sale de una hierba/ pero una mujer lo hace posible/la voz se le hace universo. Es la que escucha el murmullo del caos, y de pie asoma desde la hybris, sobre una hebra de angustia. Bajo esta perspectiva alegórica, ella es la encarnación misma de la Poiesis:  detrás de su vuelo viene el cielo que se abre paso entre el ave y la palabra. Vienen el soplo/ la vastedad de lo oscuro/ la visión de los profetas.

En síntesis, acompañado por ilustraciones que parecen expresar en imágenes lo que el poema en palabras, el incesante proceso de liberación y ordenamiento de la hybris: cantar es desencadenar lo disjunto, rompiendo los diques de la conciencia,pero también encauzarlo como a un río antiguo. Así fluyendo desde el caos hacia la forma, este poemario puede leerse en forma de una alegoría del brotar de la poesía como un llamado de la naturaleza a las profunda.